La torre mudéjar de Santolea fue lo último en caer, dinamitada en los años setenta para borrar del todo este pueblo del mapa. Antes habían caído las casas con la excusa de “evitar el expolio y para que a la gente no se le ocurriera volver”, explica una de las descendientes del pueblo, Laura Berné. Su madre abandonó este pueblo de Teruel de niña, pero para ella siempre ha estado muy presente en casa, donde su abuelo recibía a sus vecinos para recordar aquellos otros tiempos.
Ella preside la Asociación Cultural Santolea Viva, que nació en 2009 a partir de la reunión anual de 200 vecinos y descendientes y con la que quieren pedir “dignidad” para lo que queda -como el cementerio- y “memoria” para que la gente que visita el embalse recuerde lo que un día fueron aquellas tierras y sus gentes.